Cualquiera que lleve algún tiempo utilizando internet habrá oído hablar de los peligros del phishing, y si no es así, debería conocerlos. El phishing es una técnica de suplantación de identidad dirigida a robar datos sensibles de los usuarios, como contraseñas o números de cuenta. La mayoría de los ataques de phishing
empiezan como un enlace sospechoso en un e-mail, aunque cada vez nos
llegan más a través de redes sociales y programas de mensajería como
Whatsapp.
Cuando el usuario incauto pincha en el enlace, es dirigido a una web fraudulenta que simula pertenecer a una institución de confianza (por ejemplo, la web de nuestro banco, o la de un servicio online
que utilizamos). Obviamente, si el usuario introduce algún dato en los
formularios de la página, estos quedarán en poder de los delincuentes
informáticos.
Ante este tipo de ataques, lo mejor es la prevención. Muchos hemos
aprendido a no fiarnos de los e-mails de remitentes sospechosos, sobre
todo si contienen enlaces, o a teclear a mano la URL cuando queremos
acceder a servicios de importancia como nuestro banco.
Aun así, el phishing sigue siendo un tipo de piratería
informática altamente efectiva. Y es que los seres humanos tendemos a
bajar la guardia y a ser demasiado confiados, convirtiéndonos en el
eslabón más débil de toda la cadena de medidas preventivas. De ahí que
un aspecto importante de la lucha contra el phishing sea el factor psicológico.
Entonces, si ya hemos pinchado ese enlace que no deberíamos, y
estamos visitando una web fraudulenta, ¿cómo darnos cuenta del engaño
antes de introducir ningún dato? Una investigación reciente muestra cómo la Psicología experimental puede poner su granito de arena en la lucha contra este delito informático.
La psicología experimental contra el phishing
Lo primero que tenemos que saber es que, por mucho que se esmeren,
los piratas informáticos no siempre pueden crear una réplica exacta de
la web original a la que quieren suplantar. Existen limitaciones de tipo
técnico, y si nos fijamos bien, siempre habrá detalles visuales
que no se hayan imitado correctamente (por ejemplo, la posición de los
elementos de la pantalla, la calidad de las imágenes, el contenido del
texto...).
En la web PhishTank.com
podemos observar capturas de pantalla de cientos de webs fraudulentas, y
compararlas con sus originales (en la imagen vemos un ejemplo). Una
vez que hayamos detectado discrepancias visuales, podremos recurrir a
técnicas más fiables para verificar la autenticidad del sitio web (como
comprobar la URL, o ver si la comunicación va cifrada).

Ejemplo de imagen de una web fraudulenta empleada en un ataque phishing
(izquierda), comparada con el aspecto de la web verdadera (derecha).
De entre los muchos componentes visuales de un sitio web, hay algunos
especialmente difíciles de imitar por los piratas. Entre ellos está la
tipografía, o fuente de letra.
Hay varios motivos por los que es difícil usar en una web fraudulenta
exactamente la misma fuente de letra que en la web original. En primer
lugar, las compañías suelen personalizar sus tipografías
para darle imagen de marca. Pensemos en trazos tan inconfundibles como
los que contienen el logo de Coca-Cola, o el de Walt Disney. Además de
eso, entran en juego aspectos técnicos del propio proceso de "clonado"
fraudulento de la web.
En definitiva, los piratas pueden esmerarse en copiar el aspecto
visual de la página web, pero rara vez obtendrán un resultado idéntico.
Por lo tanto, de cara a prevenir el phishing, estaría bien
poder enseñar a los internautas a detectar cambios sutiles en el aspecto
visual de un sitio web (por ejemplo, advertir que la fuente de letra no
es la misma que en visitas anteriores).
Si el objetivo es que los usuarios aprendamos a reaccionar ante estas
alteraciones visuales de la web, la psicología tiene algo relevante que
aportar. Los psicólogos experimentales llevan décadas estudiando lo que
llaman "aprendizaje perceptivo". Este tipo de
aprendizaje permite mejorar nuestras habilidades para distinguir entre
estímulos muy similares. Por ejemplo, nos ayuda a distinguir a dos
hermanos gemelos incluso si son casi idénticos.
De
cara a prevenir el phishing, estaría bien poder enseñar a los
internautas a detectar cambios sutiles en el aspecto visual de un sitio
web (por ejemplo, advertir que la fuente de letra no es la misma que en
visitas anteriores)
Las investigaciones en este campo han diseñado estrategias de
entrenamiento que permiten incrementar las habilidades perceptivas.
Mencionaremos algunos casos: por ejemplo, se ha conseguido enseñar a
unas ratas a distinguir si una persona está hablando en japonés o en holandés, y a unas palomas a distinguir cuadros de Monet de cuadros de Picasso.
En una investigación más reciente, se consiguió que unas palomas
diagnosticaran correctamente radiografías con imágenes de tumores
malignos, de una manera sólo igualada por el ojo entrenado de un especialista. En otros estudios, usando procedimientos parecidos, se ha tenido éxito enseñando a japoneses adultos el contraste fonético entre /l/ y /r/, que para ellos es generalmente muy complicado de adquirir en la edad adulta, e incluso se ha conseguido mejorar comprensión oral de niños con dificultades de adquisición del lenguaje.
En todos estos ejemplos, tanto los animales como las personas de diferentes edades y condiciones consiguen aprender a diferenciar entre dos estímulos que son muy similares,
y por tanto muy difíciles de distinguir (los sonidos de dos idiomas o
de dos fonemas, los estilos de dos pintores, las imágenes de dos tipos
de tumor). ¿Cómo se alcanza tal grado de destreza?
Uno de los métodos que facilitan el aprendizaje perceptivo consiste en el entrenamiento con estímulos de dificultad creciente.
Es decir, se empieza mostrando al animal (o a la persona) pares de
estímulos muy diferentes, y por tanto fáciles de diferenciar, y
progresivamente se va aumentando la dificultad empleando estímulos cada
vez más similares.

Por ejemplo, si quisiera enseñar a un aprendiz de sumiller a
diferenciar entre variedades de vino tinto, podría empezar mostrándole
primero problemas sencillos, como diferenciar un tinto gran reserva de
un tinto del año, comparando después vinos cada vez más parecidos entre
sí. A este fenómeno se le llama "entrenamiento fácil-a-difícil".
Entrenamiento "fácil-a-difícil"
Con toda esta información, el equipo de investigadores de Psicología Experimental y del Departamento de Telecomunicaciones de la Universidad de Deusto nos pusimos manos a la obra para enseñar a los internautas a discriminar webs fraudulentas.
Primero diseñamos la página web de un banco ficticio, que en el
contexto de nuestro estudio haría las veces de la web "auténtica". A
partir de ella, siguiendo el procedimiento que usarían los delincuentes
informáticos reales, creamos varios clones de la misma web para hacerlos
pasar por ella.
En concreto, generamos tres variantes de la web original, todas
idénticas salvo por un detalle visual, la fuente de letra empleada.
Estas tres variantes de la web se podían ordenar en un gradiente de
similitud con la fuente original: desde la más similar (y por tanto, más
difícil de diferenciar) a la más diferente. En la siguiente imagen
podemos apreciar cómo, en efecto, es más difícil diferenciar la web
original (letra Verdana) de la copia en fuente Tahoma, que de la copia
en fuente Times New Roman.

Muestras de las cuatro versiones de una página web empleadas en el
estudio: la original y las tres copias con distintas fuentes de letra
Durante el estudio, a los participantes (adultos con experiencia en
el uso de internet) se les mostraba una serie de capturas de pantalla
que correspondían a las diferentes versiones de la web bancaria. Para
cada captura, tenían que determinar si esta correspondía a la web
original o a una copia.
El objetivo final era aprender a distinguir entre la web original
(letra Verdana) y la copia más similar de todas (letra Tahoma). Los
investigadores comprobamos que esto era francamente difícil: cuando los
participantes debían distinguir entre estas dos versiones de la web,
cometían muchos errores y aprendían muy lentamente.
Sin embargo, esto contrastó con los resultados de otro grupo de
participantes a los que se expuso a problemas progresivamente más
difíciles. Es decir, estos participantes comenzaron diferenciando dos
webs muy diferentes (original en letra Verdana y copia en letra Times
New Roman) y poco a poco se aumentó la dificultad (Verdana vs. Capriola,
y finalmente Verdana vs. Tahoma). Con este entrenamiento progresivo,
muchos participantes fueron capaces de diferenciar, al final del
estudio, la web original de la copia más similar de todas (Tahoma).
Un
usuario previamente entrenado podría ser capaz, como muestra la
psicología experimental, de detectar pequeñas variaciones estéticas en
el diseño de la web que lo pondrían sobre alerta
El estudio se llevó a cabo primero en el laboratorio de la
universidad con 42 estudiantes universitarios, que son el tipo de
muestra más habitual en los estudios de psicología experimental. Después
se repitió con una muestra de internautas anónimos más amplia (133
participantes) que tomaron parte desde sus casas a través de internet en
una situación más realista, obteniendo los mismos resultados.
El que un estudio se replique con idéntico resultado, y además en
condiciones diferentes, es un indicativo de que las conclusiones son
fiables.
Como conclusión, los autores del estudio señalamos que, lógicamente, la solución preferida frente a la amenaza del phishing
sigue siendo la prevención, es decir: no pinchar nunca en un link
sospechoso, desconfiar de los mensajes extraños, etc. Estos son consejos
básicos para cualquier internauta. Sin embargo, tarde o temprano es
inevitable que acabemos cometiendo un descuido y visitando una web
fraudulenta.
En esos casos, un usuario previamente entrenado podría ser capaz,
como muestra la psicología experimental, de detectar pequeñas
variaciones estéticas en el diseño de la web que lo pondrían sobre
alerta. Una vez activada esa mínima sospecha, el usuario podría
verificar la seguridad del sitio web que está visitando mediante otras
técnicas más fiables (como comprobar si la URL es correcta).
Esta investigación es un primer paso que muestra cómo el diseño de
programas basados en la evidencia experimental para entrenar a los
usuarios puede ser una estrategia altamente eficaz para incorporarla en
planes completos de seguridad online que quieran abarcar no solo los
aspectos más técnicos, sino también los aspectos psicológicos que, como
es bien sabido, continúan siendo hoy el punto más débil de toda la seguridad online. ¿Quién dijo que la psicología no puede utilizarse para prevenir el fraude electrónico?
Referencias
- Moreno-Fernández, M. M., Blanco, F., Garaizar, P., & Matute, H. (2017). Fishing for phishers. Improving Internet users’ sensitivity to visual deception cues to prevent electronic fraud. Computers in Human Behavior, 69, 421-436.
0 Comentarios